La lluvia cayó de golpe. ¿Dónde
estaba el maldito cruce? Empapado de pies a cabeza en una noche que ya olía a resaca
de mar, me encontré de pronto frente a la marquesina amarillenta de un pub de
mala muerte. Se oía música de jazz adentro. Sin pensarlo dos veces empujé la
puerta doble de la entrada. Tuve que cruzar una nube de humo para encontrar la
barra, goteando, consciente de que
debían estar siguiéndome unas miradas ceñudas por mi empapada presencia en
aquel antro. Por nada del mundo hubiese elegido ese sitio para tomarme una copa,
pero no había alternativa, haría un poco de tiempo hasta que parara de llover y
después volvería al hotel, lo más molesto era que estrenaba unos zapatos que me
hacían bastante ilusión como para que se me arruinaran en la primera puesta.
Con tanto humo no veía al
barman para ordenar una copa. Cuando mi vista se acostumbró al entorno pude
comprobar que no estaba muy concurrido que se diga. Las mesas de hecho estaban vacías,
lo que resultaba bastante extraño, porque de dónde salía entonces tanto humo y ese
olor a tabaco. Pero entonces una mirada me enfrentó directa a los ojos.
-¿Usted no baila?-
preguntó una voz de mujer, suavemente. Era una invitación.
-¿Cómo?
-Que si le gustaría bailar...
conmigo.
-Es que... estoy mojado.
-Eso no importa.
Estaba sonriéndome.
-¿Y qué vamos a bailar? Esto
es jazz.
-¿No baila swing? Usted déjese
llevar –me aconsejó. Ahora me miraba desde el abrazo -¿Puede sentir a dónde va
mi cuerpo? Vaya a dónde va y entonces estaremos bailando.
Ella tenía razón, con solo
estar pendiente de sus movimientos mi cuerpo reaccionaba como su marioneta.
-Qué curioso...
-Es que yo soy la
profesora de baile.
Era muy hermosa. Se parecía
a Sonia Braga cuando en sus años protagonizó
a Doña Flor, en Doña Flor y sus
Dos Maridos.

Comentarios
Publicar un comentario