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Fiesta (parte 2)


 

Busqué el cruce que llevaba  al hotel. Apuré el paso,  un viento de lluvia empezaba a jugar con la bijouterie de los puestos. Una guirnalda que cruzaba la calle se soltó y de un latigazo puso a bailar a su troupe de banderines. Los truenos terminaron de dispersar a los paseantes. Para evitar que la lluvia me alcanzara en medio de aquel laberinto yo también corrí. Nadie quería mojarse pese al calor que hacía. No sé cuánto tiempo estuve buscando el cruce con la tormenta encima de mi cabeza. Ya no se veía ni un alma en los alrededores.  

La lluvia cayó de golpe. ¿Dónde estaba el maldito cruce? Empapado de pies a cabeza en una noche que ya olía a resaca de mar, me encontré de pronto frente a la marquesina amarillenta de un pub de mala muerte. Se oía música de jazz adentro. Sin pensarlo dos veces empujé la puerta doble de la entrada. Tuve que cruzar una nube de humo para encontrar la barra,  goteando, consciente de que debían estar siguiéndome unas miradas ceñudas por mi empapada presencia en aquel antro. Por nada del mundo hubiese elegido ese sitio para tomarme una copa, pero no había alternativa, haría un poco de tiempo hasta que parara de llover y después volvería al hotel, lo más molesto era que estrenaba unos zapatos que me hacían bastante ilusión como para que se me arruinaran en la primera puesta.

Con tanto humo no veía al barman para ordenar una copa. Cuando mi vista se acostumbró al entorno pude comprobar que no estaba muy concurrido que se diga. Las mesas de hecho estaban vacías, lo que resultaba bastante extraño, porque de dónde salía entonces tanto humo y ese olor a tabaco. Pero entonces una mirada me enfrentó directa a los ojos.

-¿Usted no baila?- preguntó una voz de mujer, suavemente. Era una invitación.

-¿Cómo?

-Que si le gustaría bailar... conmigo.

-Es que... estoy mojado.

-Eso no importa.

Estaba sonriéndome.

-¿Y qué vamos a bailar? Esto es jazz.

-¿No baila swing? Usted déjese llevar –me aconsejó. Ahora me miraba desde el abrazo -¿Puede sentir a dónde va mi cuerpo? Vaya a dónde va y entonces estaremos bailando.

Ella tenía razón, con solo estar pendiente de sus movimientos mi cuerpo reaccionaba como su marioneta.

-Qué curioso...

-Es que yo soy la profesora de baile.

Era muy hermosa. Se parecía a Sonia Braga cuando en sus años protagonizó  a  Doña Flor, en Doña Flor y sus Dos Maridos.

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