De vuelta en el hotel, pensé mucho en ella, me tenía agarrado, yo no podía ver más allá de lo que sentía, era algo con lo que podía ilusionarme, no me daba cuenta de que estaba parado al borde de un precipicio, y a punto caer. Mi única preocupación del momento giraba en torno a esa cita, temía llegar tarde y que ella no estuviera, o perderme en el puzle de calles tan confusas como un jeroglífico, especialmente de noche. Quizás el conserje del hotel podía ayudarme con eso. Aquella mañana había subido al pueblo por medio de un teleférico, suponía que podía bajar de la misma forma.
El muchacho, que escribía
en una notebook, se levantó solícitamente
para alcanzarme la llave de mi cuarto.
Le pregunté si era filipino.
-Bangladesh.
-Pero hablas español.
-Sí, míster, no problema.
-Necesito que me hagas un
favor, esta mañana tomé el teleférico para venir. Sé que me bajé no muy lejos
del hotel, pero no recuerdo dónde exactamente. ¿Podrías indicarme...? Es que
tengo que volver al embarcadero.
-De noche no teleférico,
míster.
-¿Por qué?
-Cerrado, abierto día
cerrado noche. Muy peligroso.
Kamal (así se llamaba él) me
aseguró que tampoco iba a poder hacerlo
en burro.
-¿Y eso? Cómo que en
burro.
-De noche no pueden pasar.
Se cierra.
-De todos modos yo no
pensaba montar un burro.
- Entiendo, no le gustan
los animales.
-No, no es por eso...
-¿Y por qué no alquiló un
coche?
-Tampoco quiero alquilar
un coche.
-Eso es un problema en la
isla. Pero no se preocupe, yo podría tener la solución, si me lo permite. Como usted
parece buena persona, yo voy a recomendar.
Hay una manera.
-En burro no.
-Usted tranquilo. Va a ser
a pie. Usted camina.
-Que vaya caminando... ¿Pero
cuánto voy a tardar?
-Una hora más menos. Hay
que pasar la puerta.
-¿Hay una puerta? En la
calle.
-Usted podría saltar, no está
tan viejo. El problema son las púas y por el otro lado usted va a necesitar la
llave.
-¿Y dónde la consigo?
-La suerte está de su lado, yo guardo copia.
El conserje abrió una especie de alhajero que había junto a una foto de familia y extrajo una llave de bronce. La retuvo un
momento antes de entregármela, con lo que me daba a entender que el favor tenía
precio.
Saqué un par de billetes
de mi cartera.

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