El día que se partió el cemento salimos al sol enceguecidos como la mano que lame el perro la entonación sin fe buscábamos cicatrices donde no quedaba nada y el mar se elevaba en donde habían estado las torres la tempestad reducía a astillas los restos y corría en el aire un olor a sangre nueva era la vida las uvas que reventaban en racimos Otra vez estuve cerca cuando las mujeres de los soldados enviudaban sin saber una tras otra a tiro de fusil estaba el blanco móvil tu corazón y el mío latiendo como locomotora la garganta seca y siempre el rocío de tu sudor en mis dedos recuerdo que la cama crujía la voz destemplada de los pájaros y el ripio del camino recuerdo también la fruta fresca y que el agua no sabía bien pero no importaba era un comienzo después estaba lo otro matar el augurio lo más difícil y no mirar atrás.