Cae la noche otra vez la siento descender silenciosa muda sin prisa la niebla se aprieta en el jardín herido de rastrojos se encoje también la tarde tiembla puede sentirla y la noche no cede la traspasa se expande y con un solo pulso la envenena las voces de la calle unas pocas casi no se mueven una brisa las empuja las desmigaja a voluntad pronto empezará a disciplinarlas de arrebato dejándolas sin reacción susurra algo en sus oídos lo que deberán decirme por largas horas las fuerza a obedecer retorciendo sus bocas aprieta tan fuerte sus gargantas que al final las asfixia pero luego las renace devolviéndolas a la vida hijas a su imagen oscuras confusas y como no le sirven inteligibles las desarma y las vuelve a armar mientras las hojas otoñales del asfalto se arrastran en dirección a la casa treparán las paredes con una levedad de arañas es lo que son y ahora las voces oscuras irreales...