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El hombre que no tenía a dónde ir

Porque el cielo no era azul como antes
aquellas manos 
revolvían el agua por hambre y sed


pero no había nada que no estuviera a la vista
casas náufragas que boyaban como barcos
chocando aquí y allá 
y el borboteo del agua en retirada

como la aguja que siempre señalaba el norte
un hombre indicaba el ancho mar 
como queriendo advertir acerca de su ira
a un interlocutor invisible o acaso a sí mismo 

corrimos tras él y le preguntamos su nombre
qué iba a hacer ahora 
si tenía a dónde ir
y si podíamos ayudarlo

supusimos que venía del bajo 
del barrio de las chabolas 
por donde nunca había que andar de noche 

caminaba recto por el medio de la calle 
con cierta noble seguridad de matón
completamente desnudo 
sin rumbo 
porque no lo había

entre los escombros buscaba tal vez a alguien
un familiar su mujer un hijo quizá
o algo para comer

cuando pasó frente a nosotros sin mirarnos
advertimos que sus  ojos estaban vacíos de expresión 
ajenos al cambio brusco de la realidad
y había una extraña concordancia
entre ese extravío y el deambular de los objetos
que flotaban dispersos y llorosos

así que decidimos seguirlo
aun sabiendo que el hombre no sabía cómo salir
del mal sueño en el que caímos
porque al menos él buscaba 

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