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Mostrando entradas de septiembre, 2024

Fiesta (primera parte)

En las calles había un ambiente festivo. Todos los que acababan de llegar a la isla se aglomeraban para tener la mejor vista de la caldera del volcán. Allí estaban fondeados los barcos que nos habían traído, además de las lanchas que trasladaban a los visitantes hasta el muelle, zumbando alrededor de los barcos como abejas atraídas por la miel.    Nunca antes había estado en la isla, aunque me resultaba familiar. Caminé sin rumbo, deteniéndome en uno que otro puesto callejero. Di unas cuantas vueltas antes de comprender que era muy fácil perderse en una encrucijada. Con tantas callecitas y escalones arriba y abajo empezaba a preguntarme si realmente estaría yendo para la playa, quería ver de cerca ese barquito medio hundido que había descubrí en las rocas, donde debió encallar cuando intentaba alcanzar la orilla en su último día.  Las puestas de sol por esas latitudes son impresionantes, el folleto no mentía. No había nada para reprochar. Se me fue el...

El hombre que no tenía a dónde ir

Porque el cielo no era azul como antes aquellas manos  revolvían el agua por hambre y sed pero no había nada que no estuviera a la vista casas náufragas que boyaban como barcos chocando aquí y allá  y el borboteo del agua en retirada como la aguja que siempre señalaba el norte un hombre indicaba el ancho mar  como queriendo advertir acerca de su ira a un interlocutor invisible o acaso a sí mismo  corrimos tras él y le preguntamos su nombre qué iba a hacer ahora  si tenía a dónde ir y si podíamos ayudarlo supusimos que venía del bajo  del barrio de las chabolas  por donde nunca había que andar de noche  caminaba recto por el medio de la calle  con cierta noble seguridad de matón completamente desnudo  sin rumbo  porque no lo había entre los escombros buscaba tal vez a alguien un familiar su mujer un hijo quizá o algo para comer cuando pasó frente a nosotros sin mirarnos advertimos que sus  ojos estaban vacíos de expresión  ...

Acacias

Con los ojos mojados en Chanel

 Pasarán  otras voces en bonanza  a cantar sus historias de victorias  frente a un pueblo avasallado pero la chica de ojos tristes  que aprendió a llorar de un solo ojo  arrastra sombras con aparente indefensión ella respalda el filo de lo que hiere  dientes uñas  y una ocasión cualquiera  tomada del azar  siempre está expectante con el corazón en llamas y los labios firmes como soldados en formación primero van los labios que se abren hasta el beso las sombras detrás en silencio  arrastrando sus cadáveres ellos nunca olvidan irán gimientes donde vayan las sombras constatándolo todo una y otra vez porque no entienden qué ocurrió ni qué será  lo que ocurrirá después pero la chica que aprendió a llorar  sabe que es mejor fingir  por efecto del Chanel que rebelar a las sombras porque una noche   se saltearán las normas y saldrán a pintar cadáveres del ojo que no llora