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El día que el perro salió a la vereda

Al amanecer ya estaba todo hecho
ni un solo ruido
con la excepción de la música
de la heladera
y el tic tac del reloj
que no sabía
que el tiempo
ya no se cronometraba
dejó de ver por la ventana
lo poco que pudo ver durante la noche
de la ciudad desierta
con la excepción de la luna
que a ratos
flotaba entre los altos edificios
y del semáforo de la esquina
que insistía con el cambio de luces
y como el perro sabía abrir la puerta
porque se lo habían enseñado
abrió la puerta
y luego empezó a bajar
por la escalera
veinte pisos
que no contó
porque no sabía contar
con la excepción de las veces
que le daban de comer al día
tres
como las luces del semáforo
allí había unos monos
intentando atrapar la luz roja
el perro se sentó en la vereda
para ver el espectáculo
todo estaba diferente ese día
al fin había vuelto a girar la rueda
era lo que habían estado esperando
los venados que ahora cruzaban la calle
tranquilamente
el pavo real que se pavoneaba
una familia de carpinchos
en un paseo matinal
y los grandes pequeños exploradores
de los cielos
allí estaban
todos los pájaros
después de la larga espera
parecía que nunca llegaría
pero llegó
solo había sido cuestión de esperar
que la otra rueda
la de cemento y acero
se detuviera

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